Cansado de
representar este vacío;
cansado de distopías
que acuden
a por toda sospecha
de disidencia
que desaprueben sus
conciencias.
Los residuos han
alcanzado el cielo,
sombras reaccionarias
aplaudiendo
la aniquilación de
todo aliento autodidacta
que siembre guerras a
ras del suelo.
Prismas en movimiento
resisten a la caída,
siluetas desconocidas
canalizan lo aprendido.
Me he abierto un
surco
en los pulmones,
semilla que entierre
el miedo
a compartir libertades.
Contrario a la convención de la norma.
Lo normal es mínimamente perceptible
a la vista de este cuerdo que coexiste
respirando hondo en distinta realidad.
Allí donde Madre no es
sometida
por ninguna sola arquitectura,
tampoco el mar es
reemplazado
por ningún estanque
artificial.
Pertenezco a esa
manada que se reconoce
en el fondo de otra mirada
con distinta sal.
La sensibilidad ha
detonado los cristales,
los bosques han
afilado sus ramas.
Las aguas han tomado
la alternativa a los
cauces,
el ganado se ha
deshecho
de cadenas en el
cuello;
ningún cuerpo siendo
devorado
por otro convertido
en morgue.
Ningún cadáver boca
abajo
arremetiendo contra
el frío
que chorrea por las
paredes.
Ningún pensamiento
muriendo
de inanición por
falta de empatía
en este mundo rico en
su sequía;
que las emociones se
desborden
a través de todo
gesto de ternura
que surja de nuestra
inmensidad.
Conectar con el exterior
desde un rugir de entrañas,
para así guiar el cambio
que ha de incitar a la vida
a dinamitar su recipiente
y dejar paso a otras flores
tras la quema de su matriz.
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